sábado, 13 de marzo de 2010

Cinco poemas

(pertenecientes al libro inédito Entre los ecos del abismo)



por Maryfel Alvarado Méndez



Apuntes sobre lingüística



Habíamos hablado de significados,
de significantes
y términos lingüísticos
sin saber que la lengua lo era todo:
nuestra soledad,
nuestro silencio,
nuestra miseria,
nuestro primer exilio.
Habíamos tenido consciencia de la luz
del fuego del enigma
luego de vernos entregados a la oscuridad
en una de sus caras más ruines,
al mutuo abandono
donde sentíamos
la indiferencia frente al tiempo
y al amor.


Rastro de una jugada en un bosque urbano

A un pintor disfrazado de poeta
Y sigo así,
tenue,
sintiendo la inconformidad
por el paso de un bus.
La distancia:
que me separa a metros de la caricia humana.
La vida:
que no me tiene a ciegas
sino en busca de muros irreversibles.
La nada:
en busca de la piel a la medida,
el aire contenido en el eco del respiro del mundo,
las ganas de arrebatarlo todo,
el beso, la caricia, lo que nunca se dio
sino por tus instintos.


Circunferencias

Cuando en la calle los hombres que deambulan
de su rencor a su fatiga, cavilando,
se me revelan más que nunca inocentes.
Eugenio Montejo.
Descendemos en Dios,
en sus mármoles.
Creemos en los vocablos
y los giros del arrebato del mundo.
Yo contemplo la perversidad de una mirada
que vigila secretamente el boomerang:
el boom de los pasos que están en el aire
soñando que están en el suelo,
en el círculo que se abre al viento
que descifra los monólogos,
cuando despacio continúa la levedad,
la movilidad,
la transparencia.



Transparencias


Hacían el amor
y creían que los vocablos
edificaban el mundo,
creían en las palabras,
en el poema que se tejía de sus bocas.
Soñaban con los árboles,
lo ajeno,
que apenas era propio
cuando era visto desde la intuición.
Las caricias
de otro cuerpo fugaz
todavía indescifrable
tras los vertices del instinto
—el otro era misterio—.
Y el amor se hacía huella
en los vértigos del espíritu,
en la diminuta inscripción de la mirada.



Recodos

Es tenue la noche,
quizás no pienses en mí
mientras tu único lugar está en el desamparo.
Hablas de lo otro.
Un niño acaricia los árboles como si fueran sus sueños,
sus sueños apenas desplegados,
apenas concebidos por su efímera inocencia.
Es tenue la noche
y quizás pienso demasiado
mientras el mundo se deshace
y no te encuentro.

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