por Ricardo Ramírez
Los que vimos Kung fu, la serie original emitida entre 1972 y 1975 (la segunda, producida por Carradine, evidentemente no fue tan buena, aunque seguía enviando a todos tres metros en el aire con un movimiento del pulgar), quedamos marcados. Primero, los de mi generación no la vimos cuando salió, sino grabadas y emitidas por algún canal nacional (no existía el Cable). Segundo, descubrimos a los chinos desde su elemento mágico, sobrenatural, extraordinario. A pesar de que David Carradine no era chino, y que la cadena que emitió la serie lo escogió a él antes que a Bruce Lee por razones racistas, para muchos era el non plus ultra de lo oriental. Sus movimientos lentos, pausados, elegantes. La serenidad de su rostro, incluso ante el dolor. Junto con Bruce Lee, era el modelo: espirituales, meditaban, respiraban profundamente, rompían tablas y lo que fuera, eran los maestros. Nada que ver con Chuck Norris y su kárate de ex combatiente de Vietnam ni Jean Claude Van Damme y sus giros en el aire de bailarín, ni el histrionismo hilarante de Jackie Chan. Ellos te golpeaban y dejaban a la gente fría en el piso. No, cinco, diez golpes, sangrero, etc, no: uno, dos golpes, a veces un
en Bruce Lee, pero eso bastaba. Creo que por eso ver Kill Bill, para los que conocimos a Carradine en Kung fu, es ver al maestro. Al final, Bill no es tan malo así. Sentimos compasión, y entendemos que morir en las manos de Uma Thurman vale la pena. Conocer la cultura china a partir de Kung fu deja huella. Uno empezó a hacer Kárate, Tae Kwondo, Kung fu, Judo, etc. para ser como ellos. Lo mío fue el Tae Kwondo (aunque coreano, para uno en su ignorancia todos son chinos). Menos de cuatro años, pero lo intenté de chamo. ¿Quién no se imaginó de aprendiz en un monasterio en vez de perder el tiempo en la clase de matemáticas?, ¿quién no se llegó a comprar unos nunchacos así hubieran sido de plástico?, ¿quién no vivía siempre “alerta”, con los ojos semicerrados y por eso no atajaba la pelota de beisbol cuando la fildeaba?
Uno queda marcado. Incluso, hoy en día, cuando voy a cualquier restaurant chino, no puedo dejar de tener presente, como un reflejo, que en cualquier momento un chino de estos me puede dar un carajazo. Hay que estar alerta pues. Así el carajazo sea con la cuenta.
Hoy en día China está en la palestra. Quizás no saben que tienen años rodando por Occidente, desde la construcción del tren en California hasta el mercado del Bosque aquí en Caracas. Apenas los conocemos, pero los respetamos desde su aura mágica, desde la leyenda de que inventaron todo antes que nadie, desde Lao Tsé, Confucio, tantos.
Los vemos siempre desde los ojos de Marco Polo y sus viajes fantásticos, aunque sea en la pantalla de televisión, con los ojos pelados.
Larga vida a Kwai Chang Caine.
en Bruce Lee, pero eso bastaba. Creo que por eso ver Kill Bill, para los que conocimos a Carradine en Kung fu, es ver al maestro. Al final, Bill no es tan malo así. Sentimos compasión, y entendemos que morir en las manos de Uma Thurman vale la pena. Conocer la cultura china a partir de Kung fu deja huella. Uno empezó a hacer Kárate, Tae Kwondo, Kung fu, Judo, etc. para ser como ellos. Lo mío fue el Tae Kwondo (aunque coreano, para uno en su ignorancia todos son chinos). Menos de cuatro años, pero lo intenté de chamo. ¿Quién no se imaginó de aprendiz en un monasterio en vez de perder el tiempo en la clase de matemáticas?, ¿quién no se llegó a comprar unos nunchacos así hubieran sido de plástico?, ¿quién no vivía siempre “alerta”, con los ojos semicerrados y por eso no atajaba la pelota de beisbol cuando la fildeaba?
Uno queda marcado. Incluso, hoy en día, cuando voy a cualquier restaurant chino, no puedo dejar de tener presente, como un reflejo, que en cualquier momento un chino de estos me puede dar un carajazo. Hay que estar alerta pues. Así el carajazo sea con la cuenta.
Hoy en día China está en la palestra. Quizás no saben que tienen años rodando por Occidente, desde la construcción del tren en California hasta el mercado del Bosque aquí en Caracas. Apenas los conocemos, pero los respetamos desde su aura mágica, desde la leyenda de que inventaron todo antes que nadie, desde Lao Tsé, Confucio, tantos.
Los vemos siempre desde los ojos de Marco Polo y sus viajes fantásticos, aunque sea en la pantalla de televisión, con los ojos pelados.
Larga vida a Kwai Chang Caine.
que lindo lo que escribiste
ResponderBorrarun abrazo, juan manuel (pequeño iluso de shaolin)