por Ana Lucía De Bastos, VIII
abrí mi boca y me tragué al mundo
—llevo en mi pecho al sol—
atravesé los ríos con mis vértebras izadas
Enderecé mis tendones y te pedí
acuéstate,
extiéndete,
alfómbrate
llevo en el alma un manojo de nervios
telarañas de sangre
para soportarte
(como a la luz sostienen
aquel jardín
aquellas hierbas)
mano derecha al pulmón directo
sube la cara
enciéndete
pues las palabras son sólo cajas para esconder otras cajas
y así poderte, pudrirte, decir
“dentro de ellas yaces tú”
que no salen sino gotas de agua los días de lluvia
y gotas de sudor los días de calor
reza conmigo la oración del viento:
arrastra con pétalos pestañas
porque no hay otra lengua más que la del fuego
ni otra sombra que la oscuridad del esternón
(el ojo de la puerta es el ombligo)
Alfómbrate. Qué fino fue eso, Ana L. Chócala.
ResponderBorrarLo siento un poco débil, ojalá no sea por algún bajón.
ResponderBorrarManuel. Sí, Manuel.